miércoles, 3 de febrero de 2010

La bolsita


Los niños de todas las generaciones y nacionalidades tienen algo en común: les encanta jugar. Desde la playstation más cara hasta el piolín de la caja de pizza, todos los juguetes cumplen con la función de entretener y educar en cierta forma.
No me digan que no les produce ternura ver sus caritas, en los cumpleaños por ejemplo, cuando rompen el papel de ese regalo grandote. Esa mezcla de impaciencia y esperanza mientras se rasga el envoltorio…y cuando lo descubren al fin, dicen: “miraaaa…la Barbie que yo queríaaaa” con una sonrisa grandota y brillito en los ojos.
Y esa muñeca nuevita, recién sacada de la caja, con olorcito rico, inmediatamente formará parte de un cuento inventado. Seguro es una princesa o una supermodelo que necesita cambios de look, un baño de burbujas, maquillaje y dormir con su pequeña dueña.
Hasta acá es todo hermoso y es, seguramente, la historia de todas las nenas NORMALES de la República Argentina. De todas menos de Diamantina, porque a Diamantina su mamá le caga la existencia.
A Diamantina le regalaban muchas muñecas y juguetes importados, cosas hermosas que ni siquiera imaginaba que existían: una máquina de coser que cosía con hilo de verdad, una licuadora que funcionaba a pilas y hacía licuado de banana con gusto a plástico, un perrito que le dabas cuerda y hacía un salto mortal hacia atrás (con cagazo incluido porque te agarraba desprevenido)…y una muñeca Fiorella de las más lindas.
Ustedes se imaginarán que Diamantina pasaba horas y horas disfrutando de todas esas maravillas, intoxicando al barrio con licuados, cosiendo la ropa de la Barbie y atormentando al gato con el salto mortal inesperado. Pero no, mis queridos…se equivocan.
La obsesiva mamá de Diamantina guardaba todos sus juguetes en una repisa, cubiertos con una bolsa de nylon transparente porque de esta manera no se arruinaban. Y claro, no se arruinaban porque quedaban en la repisa, tan alta…tan alta que ni las arañas se acercaban porque se apunaban. Cuando se me ocurría pedirle que me bajara algo, recibía un “Dejate de joder que lo vas a romper”. En ese momento me hubiera gustado ser Ginóbili y afanarme la Fiorella, para meterla en el lavarropas…de bronca nada más.
El otro día pasé de visita por la casa de mis viejos y mi querida madre me dice: “A ver cuándo te llevás esos juguetes de porquería que están ocupando lugar al pedo en esa repisa”… Claro, ahora que yo tengo treinta y tres años le molestan los juguetes.
Ya sé que es anatómicamente imposible, pero cómo me gustaría hacerle un ENEMA de juguetitos… obvio, con bolsa de nylon incluida… no vaya a ser cosa que se arruinen.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Mi mama NO me mima


Este es un blog de prueba, pero no de "prueba" como ensayo, sino de evidencia. Quiero dejar asentado que la culpa de TODO la tiene mamá, para que cuando me lleven presa por el crimen que estoy siempre a punto de cometer, sepan que ELLA se lo buscó. Ustedes dirán que soy agresiva, mala hija, desagradecida, desgraciada...digan y piensen lo que quieran, pero lean este blog. Porque una madre como la que a mi me tocó, nace cada un millón de años...